y todo lo abarca,
las pisadas, el fuego que prenden, las manos heridas, la escasa comida del día, el aire que respiran, la muerte del otro lado de la pared.
Todo ello da rienda suelta a la desesperación, inmediato ataque que aflora envilecido
y cada vez son más los que tienen que afrontarlo con los ojos vendados.
Cualquier censo sería erróneo porque cada vez que se les pregunta quiénes son, por dónde andan o cómo se las arreglan para vivir, responden con símbolos imposibles de comprender
la comunicación se ensucia y pervierten todo mecanismo que les evite vencer los deseos de ayuda.
Ecualizan sus automatismos, la velocidad del movimiento de sus ruedas dentadas, para cumplir fielmente la locura normalizada,
estandarizada, corrompida.
Y si hay uno solo, uno solo de todos ellos
que se despierta de sus sueños diferente y extrae de su propio vacío el afán de existir,
la muerte se enoja pero también se aleja
porque sabe que en esa ocasión no puede decidir.
escrito en Ene./2017 aprox.
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