viernes, 29 de septiembre de 2017

El ciclo

Los ciclos:
Una flor puede ser símbolo de la muerte. El peregrinaje del tiempo que caduca, la vejez en su marchitar, la finitud explícita y amarronada, la sequía y el perecer.

Una flor puede ser símbolo del nacimiento. El peregrinaje de la belleza atemporal. El néctar que es libado por los insectos, la forma vaginal y la frescura y la humedad de su centro, acogedor sexo expulsando creación.

Aquí es donde nos paramos en el punto donde se cierra y se une lo aparentemente opuesto; la muerte y el nacimiento son dos aristas del mismo espejo. Para dar nacimiento, la semilla debe ser la muerte. Nada nace ni se crea desde la inmortalidad. La destrucción o la expiración atesora lo más sagrado de nuestra naturaleza: la mecha que enciende la creación y el surgimiento de lo nuevo, lo desconocido y lo iniciador. La flor es la misma y los dos matices son reales porque son uno solo y esto se recrea en cualquier situación, contexto, en cualquier forma de vida. Es más, si hay vida hay muerte, entonces si hay vida, hay creación constante.
Parece bastante obvio pero no lo es. Si supiéramos de manera profunda y sensata que cada muerte es un renacer, la búsqueda de lo creativo sería el norte en momentos donde sólo aparece manifiesto el desconcierto.
Ya que crear es un proceso que incluye el romper, el matar, no es raro que el ciclo se cumpla de manera espiralada, iterativa. Sin embargo, romper para crear parece más natural cuando está bajo nuestro control que cuando no lo está. ¿Eso se debe a la inconsciencia del ser parte del todo? Así como nosotros podemos deshacer o destruir cosas para hacerlas renacer en otras, así también el todo puede deshacernos o destruirnos para que renazcamos en él y lo enaltezcamos. Pero como el lenguaje de este proceso está en un nivel más alto y fuera de nuestro control, nos parece cruel. Cuánto cambiaría nuestra percepción si asimiláramos esto de manera sencilla y natural, sabiendo que no hay manera de que exista la muerte absoluta ni la destrucción absoluta. Sino que lo único absoluto es la transformación y que de ella bebemos para existir. Sin ella no existimos. Y que no esté siempre bajo nuestro control es una de las mejores cosas que nos pueden pasar. La experiencia está a un milímetro nuestro, solo debemos tomarla y vivirla.
La transformación es la energía que fluye y restaura cada elemento atómico. La transformación equilibra. Irónicamente, nosotros como personas vivimos las transformaciones como tambaleos en nuestra existencia. Nos cuesta mucho salir de lo conocido, del círculo de confort, y entonces renacer es un camino que no todos eligen (al menos conscientemente). Allí es donde la muerte toma forma y se vuelve más poderosa: se traduce en miedo. Se enraíza y envejece. Allí es cuando vemos la flor en una sola faceta, su fallecimiento sepia.

Para dar nacimiento, la semilla debe ser la muerte (de algo). Nada nace ni se crea desde la inmortalidad. No obstante, el ciclo es transformación y es un ciclo infinito. Si no nos amoldamos a una definición de inmortalidad estricta, podemos descubrir entonces que morir y renacer, es decir, transformar, es la manera más sublime y tangible que poseemos para ser inmortales.

escrito en Sept./2017

domingo, 10 de septiembre de 2017

El sueño de los hombres (mediocres) y los pájaros enfermos (que es lo mismo)

Sentía que volaba.
El frenesí se apoderó de su bicicleta y ella la montaba en un vaivén de emociones. Llevaba una remera holgada, jeans azules y zapatillas Convers, el viento le atravesaba la cara y sus piernas parecían poseídas por un extraño baile volátil e inalcanzable.
Los autos a sus costados, a sus espaldas, por todos lados, no la ponían nerviosa. Sin embargo, no pasaban desapercibidos ante sus sentidos. En respuesta, ella lanzaba grandes risotadas sobre ellos y les cantaba a los gritos canciones desconocidas, sobre todo, cuando circulaba velozmente entre los delgados pasillos de los embotellamientos y sentía en su poder todo el universo encastrado entre las cadenas oxidadas de la bici. Pitaban los guardias del tránsito, sonaban alarmas por doquier, y las bocinas no se quedaban atrás. Ella, empero, solo sentía que volaba.
La avenida Laprida estaba a escasas cuadras hacia la dirección a la cual ella se dirigía y dos lapachos se levantaban a su derecha, donde un perro caminaba lento oliendo alrededor para encontrar un espacio propicio donde satisfacer sus urgencias. Ella observaba todo como un paisaje hermoso y ajeno, y la alegría inmensa y el alboroto de sus células la hicieron levantar sus caderas del asiento y forzar más a las piernas a girar en torno a los círculos que dibujaban sus pies y los pedales. Eso aceleró vertiginosamente la ya fuerte velocidad, lo que en conjunto con su placidez, ocasionó que abriera los brazos como un Cristo y se sumergiera con toda la profundidad de su respiración a la liviandad que le estaba siendo otorgada, así, tan fácilmente, tal libremente. Tan enorme.
Tomó nuevamente las riendas del vehículo con las manos en el manubrio y a los pocos minutos, cuando estaba a punto de cruzar la avenida, un colectivo rojo, incrustado de cartelitos y pegatinas y gente (estrenando sistema Sube y no estrenando su sistema de frenos), irrumpió en la esquina con el porte y la vehemencia características de tamaña máquina que transita todo el día, hora tras hora. Ella alcanzó a sentir el impacto en su pierna izquierda y el impulso que apresuró diez veces más su velocidad hacia el cielo. No alcanzó a pensar en sangre o en muerte o en dolor; su sensación de ligereza se acentuó, entonces no encontró motivo para pensar en una ruptura colosal y triste, ya que su vuelo estaba adquiriendo al fin la cúspide de altura, pureza y rapidez.
Se echó a reír en medio del aire antes de sospechar cualquier golpe. Se reía, porque sentía que volaba.
escrito el 07/Sep./2017

jueves, 7 de septiembre de 2017

es que no crecí

es que no crecí, y no quiero
leo mi Dailan Kifki como cuando tenía 7
es que no quiero una vejez
sino una juventud sabia hasta la muerte
es que no crecí
aunque mi otro yo me quiera hacer creer que sí
aunque mi otro yo se amolde a lo que se supone debo hacer
aunque mi otro yo me afirme que soy una mujer adulta
no tengo ganas de creerle

es que no crecí
aún me tiro a escuchar a mi abuela en su cama
como antes
aún me río con el Chavo del 8
aún me comporto en situaciones como cuando me tocaba contar en las escondidas:
siempre escapaba con el cuento de que mamá llamaba a cenar
aún me comporto en situaciones como cuando me ponía a mirar películas de animales:
siempre terminaba llorando a escondidas
aún...

es que no crecí, y no quiero
no quiero porque no deseo que me dejen de gustar las enciclopedias llenas de quásares y galaxias
no quiero porque no deseo que me dejen de interesar los fósiles y los crucigramas
no quiero porque no deseo que desaparezca la historia de mis rayuelas
no quiero perder la sensación que me aparecía en las noches de pequeña
donde sentía raro el mundo, donde percibía el todo,
donde tenía miedo
un miedo introspectivo y feroz
una timidez inmensa
una mente solitaria
un rincón con barbies regaladas y jamás usadas
una mesa de naipes con mi abuelo enfrente
un silencio
sepulcral
en el patio
mientras la lluvia me bañaba y yo bailaba feliz imaginando historias

esas mismas historias que hoy imagino
cuando algo me hace sentir chiquita
cuando una mano se posa en mi mejilla
cuando un espejo me dibuja despeinada
y cuando mi otro yo no me anda hinchando
con esa mentira de que crecí
escrito el 07/Sep./2016

lunes, 4 de septiembre de 2017

Nos pican

Acontecieron los mundos
cortaron las calles
vaciaron los basurales
devastaron los mares

encontraron el vicio
en el punto efímero
de un dios hecho llama

sacudieron lo macabro
con voz de emperadores muertos
sedujeron a la humanidad
con realidades opuestas

molieron las semillas
del nacimiento
en un pozo lleno de magma.

El comienzo o el fin del mundo es lo mismo.
Transcurrimos y nos pican
las escamas al rozarnos.

Vos pez
yo pez
ellos canallas pescadores
eructando los tabúes.

Vos agua
yo agua
ellos represas y contaminación
vomitando arbitrariedades.

Vos y yo mundo
arena infinita y constelación
la muerte inexacta
la muerte dulce
la muerte sin muerte
el desapego hacia las cosas de este plano.
Vos y yo todos los planos
invitación al nado
levitación promiscua y célebre
canciones y palabras...

Adoro acudir a cada método que nos reúna
en la decadente destrucción.
escrito el 14/Ago./2017