El televisor que muestra imágenes en mute.
El brillo de la llovizna que estampa la calle plateada.
El sonido que viene desde la cuchara que choca con las paredes de la taza.
Un corrupto miedo que ensancha los poros.
El fino hilo que ata cada lado de un precipicio de tela de araña.
El motor de la heladera que aturde.
Una almohada que se moja impávida.
Un cepillo de dientes que yace caído en el lavatorio.
La pantalla de una computadora que apesta.
La insondable constancia del reloj que manosea al tiempo.
El sahumerio que se esfuma en expansión sinuosa y perfumada.
El acorde de una canción de los Beatles que minimizan las paredes.
La olla con tallarines que avisa el hervor.
¿Cuánto tiempo pasó? Quizás fueron dos minutos, dos horas o dos días.
El estado de las cosas no me importa ni me satisface.
Sólo pasa que no me he dado cuenta.
Sólo pasa que todo puede pasar, indiferente a mí,
y fecundarse
mientras el espejo de reojo refleja mi imagen
inexistente
que mira un punto fijo.
escrito en Sep./2014 aprox.
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