y mirar mi casa
casi escondida de la luz
ver
cómo todo funciona
como va siendo sin ser
y encontrar recuerdos
en cualquier parte
si se quiere.
Oler los olores de las veces
que pasó
el miedo por atrás
y nos cerró la puerta
para que nos olvidemos tranquilos
de todo.
Algún buen día habremos observado
sin conciencia
el abismo
permeable
del que nos embebimos.
Los vericuetos de mi casa
son antídotos
y ya no quiero,
no quiero ver,
lo que era hace un tiempo
algo cotidiano.
Apesta lo normal, lo común,
lo típico
que suele suceder en estos casos.
Las bestias
de las tripas…
No necesito esto, y sin embargo,
volví siendo
y ya no me fijo en mi duelo
sino
en mi pereza
para conservar los buenos recuerdos.
Porque prefiero salvar la anestesia
de encontrarme cierto día
con un sueño derramado
por un absurdo
y diciendo
hasta nunca
en silencio.
escrito en Oct./2014 aprox.
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