sábado, 5 de noviembre de 2016

Nueva noche

Me gusta, porque me hizo escribir. Salí afuera, en el leve fresco de la noche, y me puse a ver las cosas que están encima de las cosas que están encima de las cosas que están encima de…
Hay una luz de frente, que me hace achinar un poco los ojos cuando la miro; está prendida todo el día, no sé por qué, y seguramente lo voy a preguntar (siempre me acuerdo de no olvidarme de preguntar todo…).
Me gusta. El murito donde estoy recostada es áspero, rugoso en mis codos, y yo respiro como si fuera cansancio pero sólo es un poco de fin de año entre mis átomos.
Diciembre. Me gusta, porque me hace escribir.
Y mientras tanto, finito, grave, lejano, suena Lou Reed desde dentro, do dodo dodo do-do-do do dodo dodo do-do-do, canto (cuando se me canta, yo canto, dice una canción) y respiro nuevamente.
Ey, gatito, ¿tenés hambre? Me mira fijo y se va, como diciendo quién es ésta.
Che gatito, recién llegué, pero te cuento algo: me encanta escribir.

Salí afuera, porque afuera es el todo, adentro es la cueva, la cerrada cantata; el codito, la esquina, de mis pensamientos, donde encuentro de todo: ideas, ganas, metas. Entonces, creo que por eso, salí afuera; para salir un rato de mí. Y después miré con detenimiento la escalera, el tipo entrando a su departamento, las mil ventanas en lo alto de un edificio que, calculo, quedará a tres cuadras de acá. Y algo fluyó, algo pasó, algo se fue y vino como humo, y la rugosidad y el gatito y el asombro y la cueva y Lou Reed, y todo, todo, me fue gustando…

Sí, me gusta. Porque me hace escribir.
escrito en Dic./2014 aprox.

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