demasiado tormentoso para causar risa,
pero era su manera de tapar los nervios,
era la manera en la que creía controlar lo incontrolable.
Se rompió la frente con un mazo de cartas,
como si un tarot benévolo se burlara de su mente
y se rindió ante el azar incompleto como siempre
y unos brazos ardieron apretándola de repente.
Y se quedó boquiabierta contemplando el aire.
No era un suicidio.
Era, por fin, el verano.
escrito en Nov./2015 aprox.
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