la cascarita que no cicatrizó del todo,
peleamos la crueldad con la violencia
que criticamos,
nos cuesta la coherencia de las opiniones
con los años.
En nuestros genes, el cambiar,
en nuestro reloj, el no poder retroceder,
en la planta baja de nuestra carne,
el sismo de influencias.
Nos enseñaron a caminar al poco tiempo de nacer,
nunca nos enseñaron a caer
y eso que caer es más fácil de aprender
que todo lo demás.
Cargamos un legado, muchas veces incorporado
en un modelo mental absurdo,
y no creemos en nada más que en eso.
¿Podemos separarnos de la construcción eterna
que nos tatuaron en la espalda?
¿Por qué no aceptamos lo diferente
desde el vamos?
Nos atribuyen el miedo a rompernos
pero no, no es ese el miedo;
no tenemos miedo a que podamos rompernos
sino
a no dejar de sentirnos rotos.
escrito en Mar./2016 aprox.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario