Dicho hombre, asomó con ansias.
Dicho hombre, escaló.
Pronunció mil veces la palabra ahora,
luego, se golpeó el pecho con el puño herido de cristales rotos.
Aquel hombre comenzó su aventura.
A pocos kilómetros, perdió la cordura.
Ya no veía las quimeras celestes.
Quiso perderlo todo, y se quedó con migajas
del espejo con cuadrículas que medía su frente.
Alcanzó a reír con demencia en la segunda caída,
las rodillas peladas, la cara llena de tierra,
no importaba más que el ahora sin pausa
pero el precio era perderse de lo conocido y de la conciencia.
No llegó desarmado, pero sí agonizante, a la séptima maravilla.
Yo lo miré asombrada, como si tuviera alas.
Con una mano le dibujé la sal en los poros,
con la otra me borré y dejé que él me olvidara.
escrito el 8/Mar./2018
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