Me resuena el “estás loca vos”, y pensar que me lo dicen así de mala manera, y pensar que a mí me suena a piropo, a cumplido, a “sí, y estoy orgullosa de ello”. Aromatizando con sahumerio las ganas de volverme inerte, “tráiganme una guitarra, un crucigrama o un poroto”, para dispersar mi ansiedad, enfermedad oscura y constante que se agolpa entre mi cerebelo día y noche, noche y día; en casos como éste, más aún. La siesta es para la gente la religión inmediata, la siesta para mí es la intención de la muerte de las cosas, es la búsqueda de algo, es gritar en silencio, es caer las lágrimas escuchando Mañana o pasado, pero shhh, que nadie cuente a nadie que he llorado con esa canción, es un secreto entre yo y yo. Es un secreto de esa muerte preparada pura y exclusivamente para la siesta. Sobre todo, para la siesta de lloviznas.
En cambio, por la noche es distinto. Mi ansiedad se refleja en otras cosas, los ruidos son más ajenos, ya no queda olor a sándalo, mi cabeza apoyada sobre la almohada advierte que le toca soñar despierta, y después sólo después, dormir. Esa es la manera que encontré por ahora para sobrevivir: imaginar todo antes de dormir. Es como una terapia, es MI religión inmediata, es fácil y hasta lo puedo lograr aunque vuelvan los ruidos que provienen de afuera. Porque todo pasa justamente por mi cabeza, rodeando la almohada, rodeando la cordura (“estás loca vos”), rodeando las últimas conciencias antes de ir a parar a la vía del onirismo que nos lleva quién sabe a dónde, entre imágenes confusas y absurdos símbolos, que llamamos “sueños”. Completamente desnuda de vergüenzas, es ahí donde me busco a mí misma, durante la noche antes de dormir. Y anhelo lograr lo que soñé despierta. Mañana o pasado. Mejor mañana, y con el pasado pisado, bien pisado.
Otro día es, ya soñé las cosas confusas sin sentido. Se volvieron repetición las cosas más simples, pero seguramente, lo que sueñe despierta esta noche será otra cosa totalmente distinta a la que soñé (pensé) ayer. Sólo serán repetición la cotidianeidad de la supervivencia, el entrar a casa después de un día ocupado, acalorada por la caminata acompasada y el pensar con el sahumerio en mano: “Esto está muy cerrado”.
escrito en May./2012 aprox.
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