y amanece nuestra mente retorciéndose como un hada con dolor de ovarios.
Todos tenemos un día de serpientes enrolladas al lado de la cama
que cuando las pisamos sin querer nos muerden y nos confieren
el trance de la mirada perdida en un puntito gris de la pared,
en el que las calculadoras revientan sus funciones
y los alcauciles derraman sus fractales en la mesa,
en el que las canciones suenan insípidas porque el sonido
se hace sólido como una piedra de mármol
y deja de vibrar el pentagrama cósmico que nos une.
Todos tenemos un día de santiguarnos con el patetismo.
Todos tenemos un día de abducción con tintes psicóticos,
de tareas engorrosas para realizar cosas tan simples
como comer, dormir o mirar los emails que llegan atemporales.
Todos tenemos un día que parece un año, y es más,
todos tenemos un día que parece un otoño entero resbalándose en mil veranos.
Todos tenemos un día claustrofóbico, en el que necesitamos abrirnos la piel
porque nos ahoga,
en el que nos nacen callos y hongos
en el que nos sentimos peces muertos en un pozo de arena
en el que nos aburren los árboles y los changuitos del supermercado.
Todos tenemos un día continente, lleno de resortes rotos,
todos tenemos un día elástico como la pereza desperezándose
pero muerto como televisor, absurdo como servilletas de bar
y cansados como bolígrafos de poeta.
Todos tenemos un día desgarrado por los pies, pandeado
vencido y procesado como jugo artificial,
pausado, ralentizado, venenoso y lúgubre que nos plantea teoremas neuróticos
y algún que otro miedo al azar.
Todos tenemos un día Pink imaginando gusanos metafóricos,
todos tenemos un día Goodbye Blue Sky,
todos tenemos un día no tengo señal,
todos tenemos un día ciego,
helado,
arroba,
punto com,
reacción de facebook me entristece,
calesita rota,
y ruegos
y ruegos
y ruegos.
escrito el 24/May./2017
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