En el tiempo que dura un beso en la mejilla
sentencié cada segundo que me fue dado,
recordé cada terminación nerviosa en llamas,
invité a cada vorágine a reconvertirse,
en el tiempo que dura un abrazo apretado
juzgué todas mis noches y ningún día,
celebré la esponja del cosmos,
ansié la vida, como un frasco lleno de semillas.
Abandoné
la
consciencia
en un instante,
eterno y bello instante sin sonrisas,
confiando en los dedos, en las palabras,
en los gritos que provenían de su alma.
Adquirí cierta fuerza en el recorrido
y un amor inmenso por el cuerpo, por la sed y el desparpajo.
La muerte llegó un día
hasta mí,
me susurró los secretos más inesperados,
olvidó mi olvido, envidió mis envidias
quiso vivir mi muerte y
morder el infierno
pero nuevamente llegaron el beso en la mejilla
y el abrazo apretado
y ya no hubo
tiempo que medir
ni muerte
que esperar.
escrito el 04/Ene./2017
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