domingo, 18 de diciembre de 2016

Delivery de abrazos

Viste que a veces uno tiene esos momentos en la vida donde… quizás no son momentos ni vida, pero se está y se es, y se mastica el silencio como una hoja de coca. A partir de cada cosa, casual o no, es la guerra; ya desde el despertar del día hasta el morir del mismo se quiere romper ese silencio a causa del sincericidio que se halla a flor de piel y labios. Sincericidio estruendoso y lunático que se ríe al verme con los cachetes inflados de tanto querer hablar. De tanto callar, y ser vicio alterno en cada mañana donde dos elefantes jugando a la rayuela me pisan las ganas de levantarme.
Ahí suele venir la parte donde mis manos se juntan apenas y piden algo que no sé qué es. Así se mantienen un momento, hasta que luego, lacrimógenas, apartan un grito y se dejan finalmente vulnerar por un espasmo, cerrado y ahogado, a través del cual le doy un abrazo al aire. Sí. Carente de otros brazos, abrazo al aire, mi aire, mi hueco, mi vacío oxígeno húmedo. Lo aprieto como si recibiera a la vez la calidez y el alivio de un abrazo real; pero no lo recibo.
Entonces, prácticamente, orillando las vergüenzas olvidadas, marco el número. “¿Delivery de abrazos? Sí, a Carlos Boggio 487, uno fuerte y duradero, y una Schneider. Por favor”.

escrito en Sep./2014 aprox.

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