Te di mi mente, esa fue la peor deliberación, y te di mi tiempo; de a poco, cada vez más de mi tiempo.
Te di muchas noches, muchas mañanas, muchos momentos sacrificados.
Te di mis sonrisas… y fuiste incontables veces el hacedor de la desaparición de las mismas. Te di, mi amor, completito y grande y exultante.
Te di mis ideales, mi música, te fui regalando libros, frases, manuscritos, insomnios.
Te di mis deseos, mis orgasmos y mis caricias más reveladoras.
Y es, al día de hoy, que no pido que me devuelvas nada de todo ello (no sólo porque, de por sí, no lo harías, sino porque tampoco es posible).
De verdad, no quiero que me devuelvas nada… excepto el envase de birra que te dejé una vez.
¡Quiero mi envase de birra, viejo!
escrito en Nov./2014 aprox.
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