ella es partidaria del patetismo
que envuelve algunas de mis noches
y le es inevitablemente gracioso
verme sangrar.
En el dos por dos que guarda
este caos perenne
visualiza el quiebre, la pelea,
la miopía, de mi voz y de mis pieles.
Incalculable ceguera, mula tonta,
vestida de azar, convencida de sed,
la soledad exprime mis sentimentalismos,
acude a mis fantasmas,
sortea los rezos, sostiene en lo alto
mi suerte para que yo salte desesperada
queriendo atraparla sin resultado.
Me dice ruina, me apellida espanto.
En posición fetal me duerme,
finalmente me cobija, como una madre
(la madre de todos los silencios)
y me envía en un tren a recorrer
el abismo gris de las ausencias
que a veces son un triunfo (como pronuncia Cortázar)
y otras veces son un puntazo en la sien
que me recuerda el dolor de los aguijones
en el instante primero del ataque.
escrito en Feb./2017 aprox.
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