Absorbo todo lo inmenso para poder
escribir al fin el mejor de los poemas
que no es este
ni el próximo, ni el siguiente del próximo que escribiré.
Este es lo no,
lo opaco,
lo intransferible,
lo invisible,
lo intrascendente (incluso).
Desarmo las ramitas del bosque perpleja,
las sombras murmuran
y yo sigo acá
intentando escribir el mejor poema del mundo,
cosa que ya sabemos que no.
Lo íntegro se encierra en sí mismo para salvarse,
mis manos quedan libres y me sostienen,
me duelen los dedos pero no importa.
Las palabras apenas salen de las piedras,
pequeños verbos, insignificantes,
que sin embargo al unísono causan esta esfera
conmigo adentro.
¿Vendrás por mis sueños a cantarme la nada de la noche azulada,
vendrás a mí por un rato infinito de infinitas formas?
¿Solo vendrás?
Definitivamente no es mi infancia la que me urge,
no la quiero sintetizar en un olvido,
en un globo rojo,
en una rayuela desprolija.
Pero mis símbolos son mi espacio.
Con ellos puedo jugar a estas horas.
¿Vendrás?
Hay mejores poemas,
mejores prosas,
mejores noches que ésta.
Puedo confundir pero nunca desobedecer
a la luz.
Lo más mísero que hay escrito en mis entrañas,
no tiene siquiera una sola línea infinitesimal
que no corresponda a mi alma.
Es lo único que podría pertenecerme:
la nada. El hueco del viento
una vez que pasa y se siente en el rostro.
El silencio después de que culmina un disco de Spinetta.
Ese único segundo de nada. Eso está en mi alma
y es ella misma.
Absorbo todo y, de igual manera, quiero dar todo.
Todo.
Pero ya ves que también me disuelvo en un suspiro,
voy saliendo a respirar afuera,
y guardo algunos instantes
para después.
escrito el 17/Dic./18